A primera vista da la sensación de que según pasan los años, absolutamente todos querríamos ser más jóvenes. Envejecemos y empezamos a añorar la fuerza y la energía que teníamos en la juventud. Reconocer con valentía el paso del tiempo y aceptar la edad con todo lo que ella trae (y sobre todo con todo lo que nos quita) no siempre es un proceso fácil.
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¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la edad?
Hace tiempo ya escribí un post sobre esa costumbre tan común que suelen tener muchas personas, de quitarse años cuando dicen su edad. Mentir sobre la propia edad no sólo es una manera de intentar engañar a otros, sino también a nosotros mismos, ya que nos gustaría creer que somos todavía jóvenes (o por lo menos más de lo que somos en realidad).
Los estereotipos negativos sobre la vejez nos impulsan a intentar mantenernos alejada de ella lo más posible y nos llevan a resistirnos a afrontar los años con sus cosas buenas y sus cosas malas.
Está claro que el instinto de supervivencia y el miedo a morir, son dos de los principales motivos por los que nos cuesta admitir que envejecemos. La idea de que cada año que cumplimos nos acerca al final, nunca es bien recibida.
Durante la primera mitad de la vida cumplir años significa acercarnos a nuestro mayor potencial, sin embargo, una vez que atravesamos esa frontera, todo parece ir de bajada.
Pero creo que no sólo se trata de no querer morir. Leyendo el trabajo de la psicóloga mexicana Martha Pardo García, sobre la edad adulta y sus diferentes etapas de crisis, encontré una idea muy interesante que explica de alguna manera por qué es tan difícil aceptar la edad: “Aceptar que nos hemos hecho mayores es un proceso complejo porque implica reconocer, por ejemplo, que hemos dejado pasar el tiempo sin realizar los proyectos que una vez soñamos, que la vida ha transcurrido mientras hacíamos planes y que cada vez queda menos tiempo para cumplirlos.”
Esta idea me parece muy interesante, porque aunque nunca lo había visto de esa manera, me doy cuenta de que aceptar la edad implica no sólo aceptar los años vividos sino acepar la propia vida y la forma cómo la hemos aprovechado, o no, hasta el momento.
Aceptar la edad no significa resignarse sin más
No podemos negar que los años dejan huella, tanto en nuestro cuerpo como en nuestra alma. Es verdad que existen muchas cosas que podemos hacer para mantenernos en forma, física, mental y espiritualmente y, que una actitud positiva es la mejor estrategia para afrontar la edad. Sin embargo, negar que el envejecimiento nos cambia sería ilógico.
Según envejecemos perdemos fuerza física, habilidad, ligereza, memoria, visión y un largo etcétera, pero también ganamos. Con los años ganamos en experiencia, paciencia y confianza personal, nos conocemos mejor y somos capaces de conocer mejor a quienes nos rodean. Y esas ganancias no son poco.
Cumplimos años y nos duele reconocer que ya no somos capaces de ver bien, que escuchamos peor, que se nos olvidan las cosas o que nos cansamos más rápido. Nos revelamos ante esta nueva realidad y sentimos que la vida se nos escapa sin que podamos evitarlo.
Pero quizá, lo que deberíamos hacer es aceptar la edad y sus consecuencias tal como vienen. En lugar de luchar contra los efectos de los años, sería mejor abrazarlos con amor, aceptarlos en nuestra vida y seguir caminando con ellos de la mano.
Sí, ahora tenemos más arrugas, el pelo se nos vuelve blanco y sin gafas no podemos leer el menú, pero reconocemos lo que valemos más allá de nuestra apariencia física y sabemos con seguridad lo que nos gusta y lo que no. Ahora nadie decide por nosotr@s.
¿De verdad te cambiarías por el joven o la joven de veinte años que un día fuiste? Puede que haya quien diga que sí, pero yo tengo claro que ni loca! Tengo arrugas, canas y me duelen las rodillas en invierno, pero nunca me he sentido más en mi sitio como ahora que soy una mujer adulta!
Vivir sin aceptar limitaciones por la edad
Puede que la psicóloga mexicana tenga razón y la verdadera razón por la que nos negamos a aceptar la edad sea porque vemos que hemos desperdiciado el tiempo sin cumplir nuestros sueños. Pero mientras estemos vivos todavía podemos correr tras ellos.
Quizá estés pensando que es demasiado tarde y puede que en algunos casos tengas razón. Quizá (aunque sería bueno que lo pensaras bien) haya algunos sueños que ya no puedas alcanzar, pero eso no significa que no hayan otros tras los que puedas ir con todas tus energías.
Deja de sufrir por lo que no fuiste o por lo que no hiciste y pregúntate qué quieres hacer ahora y en qué quieres convertirte. No eres demasiado viej@, nunca es demasiado tarde!
Está claro que si tienes 50 años ya no podrás convertirte en bailarina de ballet, pero la vida ya te ha enseñado muchas de sus maravillas y seguro que todavía hay cosas que podrías lograr y que te llenarían de alegría y plenitud.
Aceptar la edad no significa resignarse a una vejez de decrepitud y falta de ilusión. Aceptar la edad es aceptar cada etapa de la vida con sus cosas buenas y sus cosas malas, es aceptarse a uno mismo plenamente, reconocer las propias capacidades y limitaciones y seguir viviendo plenamente de acuerdo a ellas hasta el último instante.
Porque, como dice el dicho “si tienes limones, haz limonada” 😉
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