A la mayoría de nosotros nos da miedo la palabra “crisis”. Eso se debe a que generalmente la utilizamos para etiquetar situaciones negativas, difíciles o peligrosas, sin embargo “crisis” significa cambio y el cambio no necesariamente es malo. Aunque asuste.
A lo largo de nuestra vida permanentemente estamos cambiando y atravesando por situaciones que nos desestabilizan y que al final crean un nuevo status quo, es decir, que de algún modo cambian la manera cómo habíamos vivido anteriormente.
Seguro que si lo piensas con atención y miras hacia atrás en tu vida, encontrarás momentos de esos que te han marcado y han cambiado tu forma de vivir o pensar para siempre. Pero más allá de esas situaciones personales muy particulares, la mayoría de nosotros atraviesa por 3 crisis muy importantes en la edad adulta.
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Las 3 crisis más importantes de la edad adulta
La primera, es precisamente la que aparece cuando tomamos consciencia de que hemos dejado de ser jóvenes (con lo que eso representa) y nos hemos convertido indudable e irreversiblemente en adultos. Adultos con responsabilidades, con problemas de mayores y quizá hasta con los primeros achaques.
Esa primera crisis es mundialmente conocida como “La crisis de los 40”, aunque puede presentarse algunos años antes o algunos después de cumplir esa edad, la verdad es que de una manera u otra, siempre aparece.
La segunda crisis más importante de la edad adulta es la “crisis del nido vacío”. Los hijos crecen, se van de casa y sobre todo, asumen la responsabilidad de sus propias vidas, y eso puede ser verdaderamente traumático para los padres.
Finalmente, la tercera crisis importante de la edad adulta es la que llega con “la jubilación”. Aunque aparentemente, después de décadas de trabajo, no queremos otra cosa que jubilarnos, la verdad es que finalizar nuestra etapa laborar puede ser un momento difícil, que nos enfrente a muchos cuestionamientos y miedos, incluyendo el miedo a la muerte.
Tomar consciencia de lo que significa o significará cada uno de estos momentos en nuestras vidas, nos ayudará a estar preparados para afrontarlos de la mejor manera posible. Siempre desde un ángulo positivo para que atravesar la crisis sea un camino de descubrimiento y no de dolor.
La crisis de los 40
Seguro que el término lo has oído mil veces. Incluso puede que lo hayas usado para ti mism@ o para otros y puede incluso que ya la hayas superado.
Si ya has pasado por ella, espero que el resultado sea un adulto más fuerte y más feliz. Pero si no la has pasado aún o si estás atravesándola, quizá te sirva identificar bien qué significa realmente la crisis de los 40.
Como te dije antes, la crisis de los cuarenta es seguramente la primera gran crisis de la edad adulta, precisamente porque significa tomar conciencia de habernos convertido en adultos.
Por supuesto no es que te vayas a levantar un día y de repente pienses: oh, he dejado de ser joven y ahora soy todo un hombre o una mujer mayor… no. De hecho, la mayoría de nosotros somos incapaces de saber de dónde surge ese sentimiento de incomodidad, como si de pronto nuestro cuerpo no fuera el nuestro y necesitáramos replantearnos quienes somos, qué estamos haciendo y qué queremos hacer.
Por supuesto, todas estas preguntas no siempre son conscientes, en la mayoría de los casos son sólo una sensación que somos incapaces de identificar pero que nos hacen actuar de maneras sorprendentes.
Muchas personas que atraviesan por la crisis de los 40, intentan “volver el tiempo atrás”, se niegan a aceptar que son irremediablemente adultos y buscan actividades y/o relaciones juveniles, que les permitan aferrarse a esa sensación de mantenerse eternamente jóvenes.
Eso no es necesariamente malo, mantener un espíritu joven es excelente, pero cuando ese deseo de aferrarse a la juventud que se nos escapa entre los dedos no nos permite ser conscientes de quienes somos realmente, entonces puede ser peligroso.
Lo sorprendente de la crisis de los 40 es que puede provocar reacciones contrarias también. Ya no el deseo de aferrarse a la juventud a cualquier precio, sino más bien una especie de toma de consciencia de que la vida se pasa y de que no queremos seguir viviendo como hasta ahora.
Muchas personas en ese momento se replantean la vida de manera radical. ¿Realmente estoy dispuest@ a pasar los años que me quedan viviendo esta vida, en este trabajo, en esta relación que me hace infeliz? ¿Estoy dispuest@ a desperdiciar lo que me queda de vida? ¿No será el momento de pensar en lo que realmente quiero y me hace feliz?
Por eso hablamos de una crisis, porque puede ser un momento de quiebre. Ya sea porque al final nos veamos obligados aceptar que efectivamente empezamos una nueva etapa de nuestra vida, la de adultos plenos, una etapa nueva, diferente y con sus propios retos. Ya sea porque tomamos consciencia de nuestra vida hasta ese momento y decidimos que no es así como queremos seguir viviendo. En cualquiera de los casos, el adulto que emerge después de la crisis de los 40 es una persona diferente.
Cierto que hay quienes niegan haber atravesado la crisis de los 40, o por lo menos afirman no tener o no haber tenido ninguna necesidad de cuestionarse su vida, pero la verdad es que, lo reconozcamos o no, todos atravesamos por este momento determinante. Otra cosa es que algunos quieran poner atención en él o no.
Pero recuerda, sea como sea que te sientas en ese momento, la crisis de los 40 puede ser un momento mágico. Un momento para encontrarte como adulto, para reconocerte y aprender a disfrutar del nuevo reto que significa hacerte mayor. Puede ser un momento efectivamente para evaluar tu pasado y replantearte tu futuro, un momento para detenerte a pensar y decidir por ti mism@ cómo quieres que sea el resto de tu vida, en lugar de sencillamente dejarte llevar.
La crisis del nido vacío
Superada la crisis de los 40, suele empezar una “etapa dulce” de bastante estabilidad. Una etapa en la que ver crecer a nuestros hijos y acompañarlos en sus logros y desafíos es nuestra prioridad.
Durante esos años además, nuestra vida laboral suele encontrarse también bastante estable. Tenemos experiencia en el área en la que nos desenvolvemos y seguro que disfrutamos de un buen grado de reconocimiento de nuestro entorno.
Sin embargo, justo cuando estamos acostumbrándonos a esa tranquilidad dulce, llega el momento en que nuestros hijos han crecido y madurado lo suficiente como para querer volar y asumir la responsabilidad de sus propias vidas.
De pronto los hijos se van de casa y todo cambia. Es un cambio absoluto y radical que deja literalmente un espacio vacío enorme. Por años nuestros hijos fueron el centro de casi todo en nuestra vida, han condicionado nuestras actitudes, nuestras decisiones y hasta nuestro tiempo libre y, de pronto, ya no están allí. Somos dueños absolutos de nuestro tiempo y decidamos lo que decidamos sólo nos afecta a nosotros.
Los hijos se van de casa y, con frecuencia, la mayoría de los padres, especialmente las madres, se sienten con las manos vacías, incluso sienten que su vida ha perdido el sentido. Muchas parejas se dan cuenta en ese momento que ya no se conocen, que no tienen nada de qué hablar si no es de los hijos y eso agrava la crisis.
El nido vacío puede incluso ser el detonante del divorcio en la madurez, ya que los padres sin la responsabilidad común de los hijos, pueden descubrir que ya nada los une.
Por eso la crisis del nido vacío es una de las más importantes crisis por las que atravesamos durante la vida adulta. Y precisamente porque es ley de vida que los hijos vuelen y vivan sus propias vidas, es tan importante prepararse para ella concientemente.
A diferencia de la crisis de los 40 cuyas causas o síntomas muchas veces somos incapaces de identificar, la crisis del nido vacío es absolutamente clara y desde lejos ya se puede prever su llegada.
Si aún estás a tiempo, si tus hijos todavía no se han ido de casa, entonces no esperes a que llegue ese momento para pensar qué harás cuando ya no tengas que encargarte de ellos, cuando ellos ya no estén en casa llenando todos los espacios.
Si tienes pareja, intentad juntos recordar todas aquellas cosas que os unieron al principio y, mejor aún, buscad cosas que os unan ahora, que disfrutéis juntos y que os mantenga felices y plenos es día que vuestros hijos vuelen.
Recuerda que la maternidad/paternidad, aunque es una de las facetas más importantes de tu vida, no es la única. Potencia las demás: pareja, amistad, vida profesional, hobbies. El momento en que los hijos se van de casa puede ser el detonante de una vida rica y feliz, el momento para hacer todo aquello que postergaste mientras estabas criando a tus hijos y, por supuesto, un momento de satisfacción al verlos a ellos volar y encontrar su propio camino.
La crisis de la jubilación
De las tres grandes crisis de la edad adulta, poco se habla de la jubilación como una crisis, sin embargo lo es, y de gran importancia.
Cualquiera diría que después de décadas trabajando, la jubilación es el momento soñado y que nada tiene de crisis llegar a ella. Sin embargo eso es una gran mentira.
Trabajar hace que nos sintamos útiles y productivos y, nos aporta una gran dosis de autoestima. Por tanto, dejar de trabajar, aunque sea porque hemos llegado a la edad de la jubilación, puede hacernos sentir inservibles y obsoletos. Y nada más duro para una persona que sentirse inútil.
Entonces ¿qué hacer? Muy sencillo, no jubilarte… por lo menos no jubilarte de la vida.
El trabajo es una forma de realización personal. Aunque con demasiada frecuencia nos quejamos de tener que trabajar y soñamos con ganarnos la lotería para dejar de hacerlo, la verdad es que por muy ricos que seamos siempre necesitaríamos dedicarnos a algo, ya sea por dinero o no.
El verdadero problema no es jubilarse, como concepto de terminar el período formal de trabajar, el verdadero problema reside en pensar que al jubilarnos ya no necesitamos hacer nada.
Si decidimos que a partir del día siguiente de jubilarnos, nos dedicaremos a descansar, levantarnos a la hora que nos dé la gana y no hacer nada, entonces esteremos eligiendo el camino más directo a la decadencia.
Si todavía estás bien, si tu mente funciona, seguro que puedes encontrar algo que hacer que te motive, algo que te aporte y a lo que tú también puedas aportar. No en vano tienes una larga vida de experiencias acumuladas.
Por supuesto que puedes tomarte un primer período de “largas vacaciones” llegado el día de tu jubilación, pero pasado ese período, por favor busca algo que te guste y entrégate a ello. Haz algo, lo que sea, que te haga sentir útil, válido y que te genere cierto grado de obligación y responsabilidad, eso será lo mejor para mantenerte activ@ y para alejar la enfermedad, la soledad y la depresión.
Y si tu trabajo te gusta, ¿de verdad crees que tienes que jubilarte? ¿por qué deberías dejar de hacer lo que te gusta si todavía puedes hacerlo? Seguro que conoces historias de escritores, actores, actrices, cantantes, científicos, maestros, panaderos… que se dedican a hacer lo que les gusta casi hasta el último día de sus vidas. Son personas que nunca se han planteado jubilarse. ¿Acaso tú no podrías hacerlo?
No importa lo que hagas, si lo disfrutas y te sientes capaz de seguir entonces no lo dejes. No pongas el freno a tu vida. Aunque nos quieran hacer creer lo contrario, no venimos con una fecha de caducidad, no tenemos una “obsolescencia programada”.
Si tienes que jubilarte en el estricto sentido de la palabra, entonces prepárate para ese día. Busca otra actividad, un hobbie, un voluntariado, algo nuevo que aprender, lo que sea que te haga sentir alegría y emoción y llegado el momento de la jubilación, lánzate a esa nueva aventura.
Vive intensamente hasta el final, sea lo que sea que eso signifique para ti, pero no te jubiles de la vida hasta el último aliento.
Recuerda…
Crisis sólo es cambio y el cambio puede ser para algo mejor. La decisión de en quién te vas a convertir después de cada una de estas crisis, es sólo tuya.
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