Hace años tuve la suerte de coincidir en Nepal, con un hombre que me impresionó. Seguramente rondaban los 70 años pero estaba allí, en plena cordillera del Himalaya haciendo una exigente ruta de trekking de varios días.
Al ver mi admiración me explicó que siempre había querido hacer ese recorrido y que aunque a su edad tenía que hacerlo más despacio, estaba seguro de que lo completaría. Era una prueba de que la edad no era necesariamente una limitación y me hizo pensar en mis propias ideas sobre el envejecimiento.
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Una idea común sobre el envejecimiento
No es raro que según vayamos cumpliendo años empecemos a dar por válida la afirmación “ya estoy viejo para esto”. Y, aunque a veces lo digamos medio en broma medio en serio, significa que estamos aceptando un estereotipo, una idea preconcebida de lo que significa envejecer.
La certeza de que según sumamos años “envejecemos”, y eso se traduce en que cada día hay más cosas que ya no podemos hacer, está muy arraigada en nuestro inconsciente, pero es una afirmación peligrosa porque nos convertimos en aquello que pensamos. Nos contamos un cuento a nosotros mismos sobre lo que significa envejecer y empezamos a comportarnos en consecuencia.
Recordemos que quienes somos y lo que hacemos está fuertemente influenciado por las historias que aceptamos como verdaderas. Que tengamos ideas fijas sobre lo que es el envejecimiento, no quiere decir que estemos en lo correcto o que sean inmutables. ¿Has pensado que quizá la historia podría ser diferente?
¿Qué significa tener una mentalidad fija?
La mentalidad fija no es más que el conjunto de ideas que tenemos sobre algo y especialmente sobre nosotros mismos, que dominan nuestra vida.
Todos tenemos mentalidad fija sobre lo que somos capaces de hacer o no, por ejemplo: “yo no sirvo para la música”, “soy malo para los idiomas”, “no puedo hacer ese ejercicio”, “ya no estoy para eso”, etc. Y aunque esas ideas fijas sobre nosotros mismos, no necesariamente tienen que ver con la edad, sí que suelen arraigar con los años.
Algunas de las ideas fijas más comunes que aceptamos en la edad adulta son por ejemplo: “es demasiado tarde para cambiar”, “esta es la vida que me ha tocado”, “he invertido demasiado en este trabajo, o matrimonio, o identidad, etc., para hacer algo al respecto ahora”, “mi tiempo ha pasado”. Ideas nocivas que nos llevan a resignarnos con una vida miserable o, en el mejor de los casos, mediocre.
Este tipo de pensamiento cierra el camino para el crecimiento y el aprendizaje, niega toda posibilidad de cambio y nos priva de la oportunidad de ser felices y de realizarnos.
Hora de cambiar de mentalidad sobre el envejecimiento
El envejecimiento es quizá una de las cosas sobre las que más y peores ideas preconcebidas tenemos, por eso nos da miedo envejecer, así que ya es hora de cambiar nuestro pensamiento.
Necesitamos ver el envejecimiento como un proceso natural de la vida, que podemos afrontar con una mentalidad de crecimiento, es decir abierta al cambio.
El envejecimiento no significa un deterioro irremediable del cuerpo y de la mente. Tenemos la opción de no aceptar como válidas ideas limitantes y abrirnos a la posibilidad de seguir experimentando, aprendiendo y creciendo.
Mantener la curiosidad es una de las claves para cambiar nuestra mentalidad sobre lo que significa envejecer. La curiosidad nos lleva a hacernos preguntas y nos abre las puertas a superar límites preconcebidos. ¿Qué pasaría si voy un paso más allá? ¿Y si me atrevo a probar? ¿Y si empiezo algo nuevo? ¿Tengo que hacerlo perfecto o puede ser suficiente con disfrutarlo? ¿Tengo algo que perder si lo intento?
El sólo hecho de plantearnos estas preguntas puede ser la clave para avanzar poco a poco y desterrar la imagen errónea de nosotros mismos que nos habíamos creído.
Darle un significado propio
Es fundamental que aprendamos a escucharnos, a descubrir quién es la persona que verdaderamente habita en nuestro interior, qué sueña y qué quiere.
Si conseguimos escucharnos y descubrir lo que somos y necesitamos, podremos ir más allá de todas las ideas preconcebidas y estereotipos y descubriremos que tenemos el poder de cambiar todo aquello que no nos gusta, sin importar edad o estado físico.
Es momento de mirar el envejecimiento con nuevos ojos, crear nuevas historias sobre lo que significa hacernos mayores, descubrir el mundo de posibilidades que llegan con los años y lanzarnos a comprobar cuáles son realmente nuestros límites.
Hagamos uso de la imaginación, no para imaginar cómo sería nuestra vida si volviéramos a tener 20 años, sino para imaginar cómo queremos que sea en el futuro. Y una vez que veamos hacia dónde queremos llegar pongámonos en marcha.
Recuerda que es posible que todavía tengas varios años o incluso décadas de vida por delante y hay mucho que podrías conseguir si de verdad te lo propones. Porque NUNCA es demasiado tarde para cambiar de vida y convertirnos en aquello que siempre soñamos.
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