Hace unos días llegó a mis manos (aunque en realidad fue a mis ojos y oídos) un video de Jorge Bucay donde, entre otros temas, afirmaba que en la vida todo tiene un precio. Me encantó escucharlo porque estoy convencida de que es así. Siempre he pensado que en esta vida todo (y digo absolutamente todo), tiene un precio.
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¿Qué significa que todo tiene un precio?
Mucha gente tiende a darle un significado equivocado o incluso negativo a la idea de que todo tiene un precio en la vida. Equivocado porque cuando decimos precio solemos pensar en dinero, en valor económico y, por supuesto no es a esto a lo que me refiero, aunque como ejemplo puede servir para explicar la idea más claramente.
Por otro lado, muchos entienden la idea de pagar un precio como algo negativo, porque pagar siempre encierra una percepción de esfuerzo, trabajo y sacrificio.
Por eso, para explicar bien lo que en realidad quiero decir, es mejor que vayamos por partes…
Dar siempre algo a cambio
Volvamos al ejemplo del dinero. Si quiero comer una manzana (y asumiendo que no tengo un manzano en mi jardín) tendré primero que comprarla, es decir, tendré que dar algo de dinero a cambio de obtener esa manzana.
Entonces, ¿qué significa pagar?, pues nada más y nada menos que dar algo para obtener otra cosa a cambio. No siempre es dinero por supuesto. Incluso puedo dar algo como mi tiempo y mi trabajo para obtener dinero, en ese caso el dinero no es el medio sino el fin. Es lo que obtengo, no lo que doy (aunque luego use ese dinero para obtener otras cosas).
Pero la idea de pagar el precio por las cosas que queremos en la vida no se reduce ni al dinero ni a las cosas materiales. Siempre hemos oído que “lo que realmente vale la pena (por ejemplo el amor), no se compra con dinero” y eso es verdad, pero eso no quiere decir que no se “compre”, o que no haya que “pagar” un precio por conseguirlo.
Me explico: Si quiero a alguien y quiero ganarme su cariño, entonces le daré afecto, cuidado, atención, respeto, tiempo. Le estoy dando algo (aunque inmaterial) a cambio de algo (su cariño). Y además se trata de un pago por adelantado, porque sin dar mi respeto, tiempo, cariño, atención, etc., difícilmente conseguiré que otra persona me quiera, o perderé ese cariño muy rápido.
Esta idea es aplicable a todas las cosas de la vida. Generalmente, y aunque no nos demos cuenta conscientemente, siempre estamos renunciando a cosas por conseguir otras, es decir, siempre estamos “pagando el precio”.
Si quiero tener una familia, renuncio a las libertades de la vida de solter@ y asumo ciertos compromisos a cambio de una vida en compañía y amor. Si quiero aprender algo, renuncio a cierta cantidad de tiempo libre para dedicarle tiempo a eso que quiero aprender (pago con mi tiempo). Si quiero ganar mucho dinero tendré que trabajar muy duro y esforzarme cada vez más… la lista puede ser infinita. Desde lo más simple a lo más complejo que se te pueda ocurrir.
¿Por qué es importante ser conscientes de que todo tiene un precio?
Queremos libertad, amor, dinero, respeto, etc., etc., etc., pero no siempre estamos dispuestos a pagar el precio de conseguirlo y nos limitamos a desearlo (puede que con todas nuestras fuerzas) pero sin hacer nada más. Queremos que todo nos “caiga del cielo”. Sin embargo, nos guste o no, no es así como funciona la vida.
Sólo si eres consciente del “precio” de lo que quieres conseguir, entonces tendrás la total claridad para decidir si quieres pagarlo o no. Sólo así podrás elegir entre abandonar ese deseo porque lo que tienes que dar a cambio es demasiado para ti, o asumir todo lo que tienes que hacer/dar a cambio para lograr ese sueño.
Pagar o no pagar: Tú eliges
Una de nuestras mayores reivindicaciones como humanos, es nuestro derecho a elegir libremente. Queremos ser nosotros los que tomemos las riendas de nuestra vida, los que tomemos nuestras propias decisiones. Pero sorprendentemente, aunque nadie se atrevería a negar que quiere disponer completamente de este derecho, la mayoría de nosotros nunca tomamos las riendas y dejamos que las cosas simplemente nos “ocurran”.
Lo cómico es que no hacer nada, también es una elección. Si “deseo” (así entre comillas) algo y no hago nada por conseguirlo -no estoy dispuesta a pagar el precio-, entonces en realidad no lo deseo de verdad. De lo contrario estaría dispuesto a dar lo que sea necesario a cambio. Tiempo, esfuerzo, sacrificio, amor, respeto, paciencia, lo que sea….
Siempre pagamos un precio, el precio de obtener lo que queremos o el precio de no obtenerlo. Puede sonar confuso pero no lo es si lo piensas con calma. Si no doy o no hago lo que hace falta para lograr un sueño, entonces el precio de mi “no esfuerzo” será la frustración por no haber alcanzado mi objetivo.
Por tanto, y volviendo a Jorge Bucay, la libertad de elegir pagar el precio o no para alcanzar nuestros sueños, es una libertad que debemos asumir con responsabilidad y plena consciencia. Esa es la única manera de entender que somos los únicos responsables de las consecuencias de nuestras elecciones, sean buenas o sean malas, nos hagan felices o infelices.
Los años y la madurez deben de darnos ese conocimiento, sólo así seremos dueños absolutos de nuestra vida. Y por supuesto, recuerda que no hay una edad en la que seas demasiado mayor para elegir libremente si estás dispuesto a alcanzar tus sueños, pagando su precio. La vida es un camino que no se acaba hasta que llega el último aliento y siempre, hasta el final, tienes el derecho (y la obligación) de ser feliz. 😉
Aunque no nos demos cuenta conscientemente, siempre estamos renunciando a cosas por conseguir otras, es decir, siempre estamos pagando un precio por algo, no tiene porque ser dinero contante y sonante siempre, puede ser dar tu tiempo, tu amor, tu esfuerzo, tu dedicación, en definitiva tu vida… Es decir, si quiero tener alguien conmigo y no tener con quien compartir mi vida, osea, tener con quien platicar, hacer el amor, viajar, tener un confidente, un complice, debo dar buena vida a alguien, ser compresivo, atento, agradable, cariñoso, y sobre todo, tengo que renunciar a mis libertades personales, de ir a donde quiera cuando quiera, sin dar explicaciones, por eso la soledad es el precio que se paga por no dar nada… Tanto como si quiero aprender algo, tener un título universitario, un máster, un doctorado, si quiero tener mucha cultura y no ser un ignorante, me tengo que sacarificar para dedicarle mucho tiempo y esfuerzo, leyendo mucho, y dejándome las pestañas estudiando. Así como si deseo ganar dinero, tener una casa, un coche, tendré que trabajar en algo, a no ser que heredes y te lo den todo hecho… En la vida, el que algo quiere, pues algo le cuesta, hay gente que recibe mucho con poco esfuerzo, incluso algunos se enriqucen jugando, al futbol, a las cartas, la bolsa, cantando, practicando cualquier deporte de masas, etc, y otras personas se tienen que deslomar a currar para recibir lo más básico en los trabajos más penosos sirviendo a otros, cada vez más, dejándose la salud en ello… Es la desigualdad que no hay ninguna ley que la pueda remediar.