Parece simple y en realidad lo es, pero no por eso deja de encerrar una gran verdad. Verte bien, es decir gustarte cuando te miras al espejo, es el primer paso para sentirte bien. Y cuando te sientes bien afrontas el día con mayor optimismo y estás más abierto y receptivo a nuevas experiencias.
Seguro que recuerdas alguna vez en que a pesar de estar algo desanimad@, te viste obligado a cambiarte de ropa y a arreglarte para salir. ¿Recuerdas la sensación que tuviste cuando te miraste al espejo, una vez que estabas listo? Estoy segura de que si lo que viste te gustó eso levantó tu ánimo, por lo menos un poco.
Y es que cuando nos arreglamos y nos sentimos a gusto con nosotros mismos, no sólo nos sentimos bien sino que proyectamos esa seguridad hacia los demás. Los que nos ven perciben esa especie de energía invisible que irradiamos y se sienten conquistados por ella.
Por eso una buena estrategia a seguir, especialmente cuando las cosas no van bien y te sientes con mucho estrés o incluso deprimido, es forzarte a vestir tu mejor ropa, arreglarte, maquillarte o cambiarte el peinado y salir a la calle. Aunque sea a dar un paseo o, mejor aún, a reunirte con amigos que te quieran y te valoren.
El sentirte bien sobre tu aspecto te hará ganar más confianza y recordar que te mereces todo lo bueno que la vida tiene para ofrecerte. Esa misma seguridad te ayudará a ser más valiente y atrevido a la hora de probar nuevas cosas o arriesgarte a hacer cambios.
Lamentablemente, con demasiada frecuencia descuidamos nuestro aspecto físico, con la errónea idea de que cuidarse en exceso es superficial. Nos revelamos ante un mundo al que sólo parece importarle las apariencias y eso, por supuesto, tiene sentido. Pero no te confundas, cuando digo que es importante que te veas bien y que te gustes, no me refiero a que intentes imitar los patrones de belleza que nos venden los medios de comunicación. Eso nunca.
No se trata de ser lo que no somos, ni obsesionarnos por parecer más jóvenes, sino cuidarnos para mantenernos sanos y para sentirnos a gusto, aceptarnos como somos y querernos a nosotros mismos, siendo conscientes de nuestra propia belleza. Porque todos y cada uno somos bellos. No hace falta ser una modelo de cintura de avispa o un hombre de cuerpo escultural, eternamente jóvenes, para ser guapos y atractivos.
Tampoco se trata del qué dirán o de arreglarse porque otros esperan que lo hagas. No. Se trata de arreglarte para ti, para arrancarte una sonrisa de satisfacción a ti mism@. No tienes que gustarle a otros, sino a ti.
No cometas el error de olvidarte de ti mism@ porque “ya tienes una edad” o porque “ya no estás en el mercado”. Esas ideas no son más que conceptos erróneos sobre lo que significa hacerse mayor. Hacerte mayor no significa renunciar a la vida y conformarte con las sobras mientras esperas, durante años o décadas, a que llegue la muerte a rescatarte.
Entrar en la madurez de la vida es una oportunidad maravillosa para volver a florecer, más fuertes, más seguros, más confiados y en eso, nuestra apariencia tiene también mucho que ver. Al cuidarte y verte bien, estás queriéndote y ese es el único camino para conseguir que otros también te quieran.
Y por supuesto, verte bien a ti mism@ te ayudará a levantarte el ánimo cuando lo necesites. Pruébalo y verás!
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